Cualquier habitante de las grandes ciudades de la antigüedad clásica, si quería ser la envidia de sus vecinos, una de las cosas que tenía que hacer era pagarse un elaborado suelo de mosaico. Las cuadrillas que los elaboraban, según parece, ofrecían diferentes tarifas: desde las más modestas (el paquete standart) hasta obras de reputada calidad donde intervendrían artistas conocidos de la zona. Algunos de estos grandes mosaicos se han conservado -de pura suerte- en Turquía y decoran las salas de uno de los museos más espectaculares que existen sobre el arte musivario: el de Zeugma.
/// Contenidos: ToggleZeugma en griego significa “conexión” o “puente” y es el nombre de una ciudad, o de lo que fue una ciudad, que llegó a ocupar las dos orillas del río Éufrates. Fundada por Seleuco I, llamado Nicátor (el ‘vencedor’) , uno de los generales de Alejandro Magno, hacia el año 300 a.C.
Esta ciudad estaba pensada para ser paso obligado y conexión principal entre Oriente y Occidente, estando diseñada como una portentosa ciudad fronteriza. Se llamaba inicialmente Seleucia y su otra orilla Apamea (el nombre de su esposa persa), estando ambas conectadas mediante un puente de pontones (como el que conectaba Sevilla desde época medieval con Triana).
Muchos de los mosaicos de Zeugma ahora se pueden ver en el impresionante Zeugma Mozaik Müzesi, ubicado en Gaziantep, al sureste de Turquía. Su colección consta de 2.448 m² de mosaicos de la época romana y de la antigüedad tardía. También se pueden ver muchos otros hallazgos arqueológicos, incluida una estatua de bronce única e intacta del dios romano de la guerra Marte. Pero la obra maestra del museo es sin duda el llamado “mosaico de la niña gitana” que cuelga de la pared a modo de cuadro.
Evidentemente este “mosaico de la niña gitana”, que te mira con esos poderosos ojos marrones, denominado así en época moderna, tiene varias interpretaciones, evidentemente no se trata de una gitana, y lo de que sea una niña estaría por demostrar. Cuando fue excavado incluso se especuló que podría tratarse de un retrato del joven Alejandro Magno.
El “mosaico de la gitana” no siempre ha estado colgado en el museo Zeugma. Fue excavado en doce piezas en la década de 1960 cerca de la ciudad turca de Belkis, la continuación moderna de Zeugma, y vendido a la American Bowling Green State University en Ohio. En 2012, el mosaico volvió a su suelo natal tras un acuerdo entre la universidad y el gobierno turco, que para entonces se había vuelto más cuidadoso con su patrimonio cultural y arqueológico.
¿Qué es el Mosaico de Megido? Nada más y nada menos que la iglesia más antigua jamás encontrada —o, más bien, el piso de esa iglesia—, que data del año 230. Si bien los académicos debaten sobre si se le debería llamar “iglesia” a este lugar, es indiscutible el hecho de que era un lugar cristiano primitivo de reunión. El piso está construido con teselas y piezas de mármol, unidas por una base de mortero que ayudó a fijarlas y a nivelar la superficie.
La imagen más notoria del mosaico es la de dos peces, que desde muy temprano en la historia representaban el cristianismo, tanto por el acrónimo griego ἰχθύς (ikhthýs), cuyas letras significaban “Jesús”, “Cristo”, “de Dios”, “Hijo” y “Salvador”, como por el famoso relato de la multiplicación de los panes y los peces. Esta imagen nos dice mucho: al no haber representaciones de personas ni de dioses romanos, es evidente que su propósito era la adoración cristiana.
Este mosaico se compone principalmente de cinco elementos:
El artículo continúa después del anuncioEl artículo continúa después del anuncioAl analizar la mesa y las inscripciones, es posible destacar cuatro importantes rasgos del cristianismo primitivo, que nos dejan valiosas lecciones para nuestros días.
La divinidad de Cristo: una afirmación anterior a Nicea
La inscripción que más llama la atención es la de Akeptous, ubicada en el panel sur, que dice: “Akeptous, amante de Dios, que ofreció la mesa a Dios Jesucristo como memorial”. Esta mujer, usando sus propios recursos, pagó para construir la mesa del lugar de adoración, y lo hizo en honor a “Dios Jesucristo”.
Esto es fundamental ya que, a lo largo de la historia, muchos oponentes de la fe han afirmado que la divinidad de Cristo fue un invento del siglo IV, como si se hubiera hablado de ésta por primera vez en el Concilio de Nicea y como si Constantino, el primer emperador en respaldar la religión cristiana, hubiera intervenido en el debate del arrianismo como una simple estrategia política. De hecho, en la obra de ficción El Código da Vinci de Dan Brown, vemos al personaje Sir Leigh Teabing diciéndole a Sophie Neveu: