El arte bizantino es una de las expresiones artísticas más influyentes en la historia del arte. A causa de esto, abarca diferentes manifestaciones artísticas que incluyen la pintura, los mosaicos, la escultura y la arquitectura. De hecho, cada una de estas formas de expresión artística tienen una serie de principios específicos que reflejan las características del arte bizantino. A continuación, desglosamos a detalle cada una de ellas:
La arquitectura bizantina es una evolución de la arquitectura romana, pero que combina innovaciones estructurales y decorativas. Por esta razón, las características del arte bizantino con elementos arquitectónicos representativos son:
Una de las características del arte bizantino es su forma artística a través de los mosaicos. De hecho, se considera que esta es la forma artística más emblemática del arte bizantino y se elaboraban con pequeños fragmentos de piedra, vidrio y oro. Así, se creaban imágenes brillantes para decorar iglesias y palacios. Ahora bien, las características de los mosaicos bizantinos incluyen:
Por arte bizantino se conoce el conjunto de manifestaciones artísticas desarrolladas en el Imperio romano de Oriente, llamado Imperio bizantino, desde el siglo IV hasta el siglo XV. Sin embargo, este estilo se mantiene vivo actualmente como vehículo de expresión de la Iglesia ortodoxa.
El arte bizantino nació con el ascenso del cristianismo a la corte imperial. A comienzos del siglo IV Majencio y Constantino se disputaban el título de augusto en el Imperio romano, dividido entonces en dos administraciones: el Imperio romano de Oriente y el de Occidente. Inspirado por un sueño que auguraba su triunfo bajo el signo de la cruz, Constantino derrotó a Majencio en la batalla del puente Milvio en el año 312.
Constantino asumió el control del Imperio romano oriental, puso fin a la persecución de los cristianos por medio del Edicto de Milán (año 313) y adoptó el cristianismo como religión de su corte. La sede del Imperio romano de Oriente fue establecida en Bizancio, de donde viene el nombre de Imperio bizantino, a pesar de que Constantino hizo llamar a la ciudad Constantinopla desde el año 330.
El emperador y sus sucesores sentían el deber de proveer condiciones para el "culto", lo que fue el germen del arte bizantino. Pero al principio, lo que el Imperio tenía a la mano era el arte y la arquitectura grecorromana, ideados para otras funciones.
Por un lado, los templos paganos eran concebidos como casa del dios al que conmemoraban, de tal manera que nadie podía entrar en ellos. Por otro lado, estos templos albergaban una estatua del dios en cuestión, y los paganos creían que estas eran consustanciales al dios mismo. Ambos principios eran contrarios al cristianismo.
Los primeros cristianos heredaron de los judíos el rechazo a las imágenes, particularmente las escultóricas. Pero además, creían que Dios no habitaba en templo alguno y que la adoración se hacía "en espíritu y verdad". Por esta razón, se reunían en domus ecclesiae, término latino que significa 'casa de la asamblea' ("sinagoga" en griego), destinadas a compartir la palabra y a celebrar el memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Cuando el cristianismo llegó a la corte, la reciente unidad imperial se veía amenazada por las disputas entre las comunidades cristianas que respondían a diferentes libros e interpretaciones. En ese momento existían, al menos, tres grandes corrientes:
Para dar fin a los conflictos, Constantino apoyó la convocatoria del I Concilio de Nicea en el año 325. El concilio se decantó por la doble naturaleza de Jesús, de donde resultó el “credo niceno”. Con esta decisión, el arrianismo fue proscrito.
Al concilio de Nicea I, le seguirían otros como el I Concilio de Constantinopla, celebrado en 381. En este, se determinaría la divinidad del Espíritu Santo y se afianzaría el dogma de la Santísima Trinidad.
Importancia semejante tendría el Concilio de Éfeso de 431, en donde se establecería el dogma de la Theotokos, es decir, de la Madre de Dios, convertido en un verdadero tipo iconográfico de la cristiandad.
Pero aún en el siglo V, el monofisismo seguía en pie. Los monofisitas se oponían a las imágenes de Jesús ya que lo consideraban totalmente divino. Sometido a discusión en el Concilio de Calcedonia de 451, el monofisismo fue proscrito, y se relegitimó el dogma de la doble naturaleza de Jesús, que sería difundido por medio del arte.
Fue solo en tiempos de Justiniano, siglo VI, cuando se consolidó el arte bizantino y llegó a su esplendor. Para entonces, aunque los poderes político y religioso estaban separados, en la práctica Justiniano asumió atribuciones en materia espiritual, dando lugar al cesaropapismo. Con una economía próspera a su favor, Justiniano combatió el monofisismo por medio del arte, que debía estar en manos de artesanos con una sólida formación teológica.
La escultura bizantina estuvo al servicio de la arquitectura y de las artes aplicadas, como era lo propio en el mundo medieval antiguo. Las esculturas de bulto redondo no eran bien vistas por su semejanza con los ídolos paganos, de manera que se prefirió la técnica del relieve para la escultura con fines religiosos.